Apuleyo y “el asno de oro” en la literatura española
Apuleyo es el más genuino representante de la literatura latinoafricana, en una época en que el cristianismo se prepara a dar el golpe de muerte a la religión pagana. En el siglo iv de nuestra era, la imaginación popular había metamorfoseado al brillante orador. Los paganos de África le honraban com...
- Autores:
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Cortés, Honorio
- Tipo de recurso:
- Article of journal
- Fecha de publicación:
- 1958
- Institución:
- Universidad Nacional de Colombia
- Repositorio:
- Universidad Nacional de Colombia
- Idioma:
- spa
- OAI Identifier:
- oai:repositorio.unal.edu.co:unal/63314
- Acceso en línea:
- https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/63314
http://bdigital.unal.edu.co/63581/
- Palabra clave:
- 39 Constumbres, etiqueta, folclor / Customs, etiquette and folklore
72 Arquitectura / Architecture
8 Literatura y retórica / Literature
86 Literaturas española y portuguesa / Literatures of specific languages and language families
89 Literaturas de otras lenguas / Literatures of specific languages and language families
Apuleyo
Asno de oro
Literatura española
Procedentes literarios
Cuento griego
Fiestas populares
Narración
Erudito Alemán
- Rights
- openAccess
- License
- Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
Summary: | Apuleyo es el más genuino representante de la literatura latinoafricana, en una época en que el cristianismo se prepara a dar el golpe de muerte a la religión pagana. En el siglo iv de nuestra era, la imaginación popular había metamorfoseado al brillante orador. Los paganos de África le honraban como al más potente taumaturgo y como al más grande defensor del paganismo, en nombre del cual los gentiles le atribuían milagros, y los Padres de la Iglesia, con San Agustín a la cabeza, le maldecían como a un Anticristo. Nace Apuleyo en Madaura, bajo los rayos ardientes del sol africano. Muy pronto sufre su alma la fascinación de los bellos paisajes. Su vista se abre a los reflejos vivos de la luz y a los tonos irisados del cielo madaurense. No tardó en ser el niño querido del África romana, el ídolo de la multitud. Con su trabajo, con su asiduidad, Apuleyo almacenó en su talento extraordinario todo el saber de su tiempo. Sin hablar de la retórica de Frontón, del misticismo de Manilio y de la curiosidad de Aulo Gelio, elementos todos que se funden en la obra de Apuleyo, él se ocupa de las ciencias naturales, compone tratados de agronomía, tesis medicales y cantos a la belleza de la filosofía griega. El mismo nos dice (Flor. 9 ): ‘Y o compongo poemas de todas clases, versos que se acompañan sobre la cítara, sobre la lira, versos que convienen al brodequín y al coturno, sátiras y logogrifos, historias diversas, diálogos elogiados por los filósofos. Abarco todos los géneros y los expreso en griego y en latín por mi doble vocación con el mismo gusto y ardor”. Fue un verdadero polígrafo, un espíritu enciclopédico entusiasta y ricamente dotado. Lo más característico en él es su insaciable curiosidad. El quiso ver todo, leer todo, para estar en condiciones de hablar de todo. La generalidad de los títulos de retórico, orador, matemático, etc., le agrada; pero ninguno le encantaba tanto como el de filósofo, porque la filosofía le enseñó a amar no solamente a los bienhechores, sino hasta sus enemigos. Dejemos a un lado lo que haya de metafísico y de simbólico en sus obras, y no veamos más que la invención riente que las caracteriza. |
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