La música : una teoría de las mediaciones
¿Es posible construir una imagen musical? ¿Una imagen musical de algo? ¿Del Mundo? En tiempos de la sonada “crisis de la Representación” podría parecer un despropósito; o, por el contrario, una seductora posibilidad. Y es que este monstruoso individuo colectivo que hemos llamado Occidente comprende...
- Autores:
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López Fernández, Juan Guillermo
- Tipo de recurso:
- Fecha de publicación:
- 2010
- Institución:
- Universidad Nacional de Colombia
- Repositorio:
- Universidad Nacional de Colombia
- Idioma:
- spa
- OAI Identifier:
- oai:repositorio.unal.edu.co:unal/3376
- Palabra clave:
- 7 Las artes; Bellas artes y artes decorativas / Arts and recreation
Música
- Rights
- openAccess
- License
- Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
Summary: | ¿Es posible construir una imagen musical? ¿Una imagen musical de algo? ¿Del Mundo? En tiempos de la sonada “crisis de la Representación” podría parecer un despropósito; o, por el contrario, una seductora posibilidad. Y es que este monstruoso individuo colectivo que hemos llamado Occidente comprende la imagen, ante la imposibilidad de asir un objeto que corresponda a tal estatuto, supliendo ese objeto imposible por uno de sus prontuarios: lo figural, lo eidético, lo que se contempla a distancia… Tal operación, toda operación de elección, conlleva una conjura: los otros garantes se escamotean al pretender que la distancia, necesaria al acto de contemplación, está vacía. No hay nada entre los términos; el estatismo del Ser tiraniza los ámbitos de devenir, del hacer, del intervalo, del tiempo, de la memoria, de la técnica. Una posible imagen musical de algo precisa de soportes materiales que la hagan aparecer, acontecer en el tiempo; si se quiere rescatar la deriva de prontuarios, la procesión de garantes, de los ámbitos sagrados donde se han recluido, es preciso poner a funcionar unos objetos técnicos que capturen las adherencias, no que reflejen los objetos a distancia. Existen los objetos musicales pero no en el modo legitimado desde los oráculos de lo icónico. Primera necesidad, entonces, para la Ópera que se inicia: una cohorte de objetos musicales que harán su epifanía auscultando su modo de existencia. Convocamos un aparataje que ofrece un rendimiento asombroso: la Máquina Simondon. Siempre un devenir de lo abstracto a lo concreto, elementos que burlan la barrera del tiempo, transmisión; los términos que no preexisten a la relación, transducción; los ámbitos de preindividualidad, los medios asociados, la preñez del intervalo… Los objetos musicales se perciben en las cuerdas suspendidas entre mapa y territorio; proceden por contigüidad. Siempre en un medio no devaluado cuando los términos han cedido su poder: el dedo que señala, el indicio que no representa, que muestra, que empuja. “Indicio energúmeno…”. La captura de lo directo, no el calco de la representación icónica. Las imágenes musicales, soportadas por los objetos ahora posibles, trasportan adherencias, fungen como posibles ámbitos metafóricos, semiótica, construyen lo real. En esta segunda escena, un dúo entre Antoine Hennion y Daniel Bougnoux hace audible el canto de Peirce. La música adhiere a la tendencia técnica: la voz del tiempo que ocurre por fuera de las vaguedades del aquí y el ahora; se difracta, distiende personajes rítmicos y paisajes melódicos: son los procesos de individuación que se hacen audibles; para escucharlos, es preciso ampliar el intervalo, tender las toldas en los tiempos antes del tiempo; la técnica como memoria, el tiempo como técnica: un haz de flujos auditivos, tempo/tecnología. |
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