Autobiografía de una monja venerable: Jerónima Nava y Saavedra (1669-1727). [Reseña]

En buena hora Angela Robledo rescata la autobiografía de la monja Jerónima Nava y Saavedra. Esta biografía, junto a las de Francisca Josefa del Castillo y Antonia Cabanas, nos brinda una significativa posibilidad de conocimiento de la religiosidad femenina del siglo XVII, de la escritura femenina y...

Full description

Autores:
Angela Inés, Robledo
Rodríguez, Pablo
Tipo de recurso:
Article of journal
Fecha de publicación:
1995
Institución:
Universidad Nacional de Colombia
Repositorio:
Universidad Nacional de Colombia
Idioma:
spa
OAI Identifier:
oai:repositorio.unal.edu.co:unal/43983
Acceso en línea:
https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/43983
http://bdigital.unal.edu.co/34081/
Palabra clave:
3 Ciencias sociales / Social sciences
Nava y Saavedra, Jerónima, 1669-1727
Escritura Femenina
Vida Conventual
Autobiografía Mística
Amor
Reseña de Libros
Rights
openAccess
License
Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
Description
Summary:En buena hora Angela Robledo rescata la autobiografía de la monja Jerónima Nava y Saavedra. Esta biografía, junto a las de Francisca Josefa del Castillo y Antonia Cabanas, nos brinda una significativa posibilidad de conocimiento de la religiosidad femenina del siglo XVII, de la escritura femenina y de la sociedad neogranadina. Jerónima Nava nació en Tocaima en 1669, luego de quedar huérfana de madre fue traída a la edad de cinco años a Santafé, donde ingresó diez años más tarde al convento de Santa Clara. Según el testimonio de su confesor, Jerónima «. . . tuvo un cuerpo alto muy proporcionado; su rostro fue muy hermoso, sus ojos fueron muy bellos y vivos». En su vida conventual ejerció los cargos de celadora, enfermera, vicaria de coro, secretaria, Discreta, portera y Definidora. No obstante, la importancia de Jerónima Nava estriba en haber escrito sus vivencias místicas en los que llamó «cuatro papeles» o legajos. Jerónima Nava entregó estos escritos a lo largo de más de veinte años a su confesor, el sacerdote Juan de Olmos y Zapiaín. Este, que alentó a Jerónima a la escritura, escribió una especie de introducción a los manuscritos, según las dos copias que existen en la Biblioteca Nacional de Colombia y en el archivo del Convento de Santa Clara en Bogotá. Hecho significativo, si se tiene en cuenta el habito de muchos clérigos de suplantar la autoría de sus confesadas, con el fin de divulgar como suyas «vidas de santas». Los manuscritos de Jerónima Nava son un compendio entreverado de sus arrobamientos místicos, sus angustias espirituales, sus esfuerzos por colocar en verso sus sentimientos confusos, sus propios padecimientos físicos en enfermedades que nunca le dieron tregua y sus alegrías familiares y monacales. Esta autobiografía sin duda enriquece el corpus literario colonial colombiano e hispanoamericano. Angela Robledo sospecha que este género de escritos siempre están abiertos a múltiples interpretaciones. Bien pueden ser vistos como la primera expresión de la escritura femenina, llena de tensión y de la sumisión que impone la mística. También como una escritura de restauración del diálogo con el universo místico, en un momento de estallido de lo sagrado (De Certau). O, incluso, puede ser considerada como un palimpsesto, cuya superficie textual encubre significaciones más profundas. Angela Robledo no descarta tampoco que la autobiografía mística sea un discurso confesional, definido por la acción de un confesor y una confesada. Razón por la cual se presenta vago e indirecto, lleno de alusiones y sugerencias. No obstante, Angela Robledo nos propone que textos como los de la madre Jerónima Nava deben ser considerados como textos de amor, de amor místico; pero que como tales Podemos comprender su irracionalidad, su alusión y su insinuación.