Sobre intuición en física: una conversación que nunca se dio.
Conocí a Jorge Alberto Naranjo a fines de 1982, cuando me vinculé al Departamento (hoy Escuela) de Física de la Sede Medellín, de la Universidad Nacional de Colombia, donde él era profesor. Desde entonces me atrajo su convicción de que el saber, solo cuando es integral, puede convertirse en conocimi...
- Autores:
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Castañeda Sepúlveda, Román Eduardo
- Tipo de recurso:
- Article of journal
- Fecha de publicación:
- 2020
- Institución:
- Universidad Nacional de Colombia
- Repositorio:
- Universidad Nacional de Colombia
- Idioma:
- spa
- OAI Identifier:
- oai:repositorio.unal.edu.co:unal/80146
- Palabra clave:
- 530 - Física
Atenea
Ciencias naturales
Conocimiento
Intuición
Mito
Belleza
Física
- Rights
- openAccess
- License
- Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional
Summary: | Conocí a Jorge Alberto Naranjo a fines de 1982, cuando me vinculé al Departamento (hoy Escuela) de Física de la Sede Medellín, de la Universidad Nacional de Colombia, donde él era profesor. Desde entonces me atrajo su convicción de que el saber, solo cuando es integral, puede convertirse en conocimiento. Una convicción, para algunos, salida de época, periódicamente retomada y agotada en la Grecia clásica, en el Renacimiento, en el Siglo de las Luces y ahora simplemente derrotada por la complejidad desatada en el siglo xx; para otros, como él, justamente por eso, es vigente ahora y más que nunca necesaria. Es mi percepción personal de su actitud de poner en el crisol intelectual a las ciencias naturales al lado de las humanas y de la estética, buscando, cual alquimista, su síntesis en sabiduría. Cuando regresé de mi doctorado en Alemania, Jorge Alberto se había trasladado a la Facultad de Minas y no tuvimos oportunidad de cercanía. Lo escuché hablar, en sus charlas y en sus textos, de sus aventuras por mares profundos, muchas veces borrascosos, de cuyos horizontes fluidos también he sentido el canto de sirena, y llegué a imaginarme haciendo parte de su tripulación. Pero no tuve la fortuna de acompañarlo en sus expediciones: definitivamente soy ser de tierra firme y fueron pocas las palabras que cruzamos en los puertos donde coincidimos. Sin embargo, confieso que he mantenido entre mis recuerdos personales la ficción de algunas conversaciones que quise con él, estimuladas por las crónicas de sus viajes intelectuales. Referiré el tema de una de ellas, como mi pequeña contribución a mantener vivo su recuerdo. Tengo la sensación de que, al igual que para mí, el tema de esa conversación ficticia fue una de las preguntas de esfinge a cuya atención dedicó parte importante de su tiempo, no solo porque fuera un aspecto fundamental del cultivo de nuestras actitudes personales como académicos y científicos, sino también porque es un elemento fundacional de la formación que impartimos a nuestros estudiantes. No expondré el tema como fruto de una investigación, porque no lo he abordado así, ni como una revisión de erudito, que no lo soy. Lo haré al modo de lo que quise: una conversación en la que intercambiáramos reflexiones sobre la experiencia acumulada en nuestras varias décadas de profesores universitarios. Reconozco, con honestidad y humildad, que lo que expresaré son las opiniones que alguna vez hubiera querido compartir con Jorge Alberto Naranjo, en una conversación que nunca se dio. (Texto tomado de la fuente) |
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