Tiempo y memoria en esperando a Godot.

A mediados de la década de los cincuenta, el estreno de Esperando a Godot produjo las más diversas reacciones entre el público y los críticos profesionales. Las respuestas del quienes asistieron a las primeras funciones en París en enero de 1952 fueron contradictorias. Algunos se quedaron dormidos e...

Full description

Autores:
Díaz, William
Tipo de recurso:
Article of journal
Fecha de publicación:
2017
Institución:
Universidad Pedagógica Nacional
Repositorio:
Repositorio Institucional UPN
Idioma:
spa
OAI Identifier:
oai:repository.pedagogica.edu.co:20.500.12209/8693
Acceso en línea:
https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/RF/article/view/5852
http://hdl.handle.net/20.500.12209/8693
Palabra clave:
Esperando a Godot
Memoria
Tiempo
Rights
openAccess
License
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0
Description
Summary:A mediados de la década de los cincuenta, el estreno de Esperando a Godot produjo las más diversas reacciones entre el público y los críticos profesionales. Las respuestas del quienes asistieron a las primeras funciones en París en enero de 1952 fueron contradictorias. Algunos se quedaron dormidos en el primer acto, otros chiflaron a los actores y unos cuantos salieron insultando en voz alta al director y a los promotores al inicio del segundo acto, cuando Vladimir y Estragón aparecen de nuevo, como en el primero, esperando a Godot. A pesar de ello, la crítica en general se mostró bastante entusiasta, y la controvertida obra pronto se convirtió en un acontecimiento en la capital francesa. En agosto de 1955, la mitad del público que asistió al estreno en Londres abandonó el teatro en el intermedio, y se cuenta que, en el pasaje en el que Estragon le pregunta a Vladimir si no tiene un trozo de cuerda para ahorcarse, algunos espectadores ingleses gritaron: “Denle la cuerda, por favor”. Al principio, la respuesta de la crítica inglesa fue mucho menos positiva que la francesa. Un comentarista escribió que Beckett “debía dejar de tomar del pelo al público y escribir obras de verdad”, y otro que la pieza era “otra de esas obras que intenta darle importancia a la superficialidad a través de la oscuridad.” Sin embargo, un crítico entusiasta comentó que la pieza lo obligaba a “admitir que las reglas que habían gobernado el drama hasta entonces no eran lo suficientemente elásticas” y uno más invitaba al lector de su columna a ver la obra, diciendo que lo menos que se podría encontrar allí era “un trébol de cuatro hojas, un tulipán negro; a lo mejor algo que seguramente se hospedará en una esquina de su mente por el resto de su vida.” Sea como fuere, en muy pocos años la obrase convirtió en un clásico y, gracias a ella, el nombre de Beckett —quien, al estrenar Esperando a Godot tenía casi cincuenta años y había publicado sin éxito ya tres novelas, un volumen de cuentos y un libro de poemas— pasó del casi absoluto anonimato a ser uno de los autores más importantes del siglo XX.