Editorial.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde los lejanos días de la conmoción causada por el Sputnik. Más allá de la reacción política inmediata, se dio una toma de con-ciencia sobre los efectos que la cultura cien-tífica habría de tener en los países. Desde ese momento, los más desarrollados se die...
- Autores:
-
Moreno Armella, Luis
- Tipo de recurso:
- Article of journal
- Fecha de publicación:
- 2010
- Institución:
- Universidad Pedagógica Nacional
- Repositorio:
- Repositorio Institucional UPN
- Idioma:
- spa
- OAI Identifier:
- oai:repository.pedagogica.edu.co:20.500.12209/15046
- Acceso en línea:
- https://revistas.upn.edu.co/index.php/TED/article/view/1000
http://hdl.handle.net/20.500.12209/15046
- Palabra clave:
- Rights
- openAccess
- License
- https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0
Summary: | Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde los lejanos días de la conmoción causada por el Sputnik. Más allá de la reacción política inmediata, se dio una toma de con-ciencia sobre los efectos que la cultura cien-tífica habría de tener en los países. Desde ese momento, los más desarrollados se die-ron a la tarea de impulsar reformas en sus sistemas educativos que permitiesen cerrar la brecha de entonces.La historia la conocemos todos y ella reveló una visión oficial encubierta sobre el conocimiento y sus mediaciones. Los planes de estudio propuestos dejaron ver que el conocimiento se veía como un contenido separado de los seres humanos y que todo se reducía a hallar formas adecuadas para verterlo en las mentes estudiantiles. Sobra decir que los resultados no fueron los más alentadores. El efecto negativo ha sido de largo alcance y hoy todavía se hacen esfuerzos para revertir esa situación.Hace 16 años la universidad de Oxford nombró al biólogo Richard Dawkins para la cátedra Public Understanding of Science. No hace falta en este espacio explicar en detalle los objetivos que se perseguían, diremos sin embargo, que uno de ellos era comunicar ciencia al público sin demeritar los conteni-dos científicos del discurso. Pero la precaria imagen pública que aún tiene la ciencia, no solamente entre nosotros, obliga a reconsiderar los esfuerzos adelantados e intentar subsanar esta situación. |
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