Otra vuelta a la televisión.
Yo no pienso que los profesionales sean ciegos. Ellos viven, creo, en un estado de doble conciencia: una visión práctica que les lleva a sacar el mayor partido, algunas veces por cinismo y otras sin saberlo, de las posibilidades que les ofrece el instrumento mediático del que disponen (me refiero a...
- Autores:
-
Bourdieu, Pierre
- Tipo de recurso:
- Article of journal
- Fecha de publicación:
- 2002
- Institución:
- Universidad Pedagógica Nacional
- Repositorio:
- Repositorio Institucional UPN
- Idioma:
- spa
- OAI Identifier:
- oai:repository.pedagogica.edu.co:20.500.12209/6101
- Acceso en línea:
- http://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/RCE/article/view/5482
http://hdl.handle.net/20.500.12209/6101
- Palabra clave:
- Rights
- openAccess
- License
- https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0
Summary: | Yo no pienso que los profesionales sean ciegos. Ellos viven, creo, en un estado de doble conciencia: una visión práctica que les lleva a sacar el mayor partido, algunas veces por cinismo y otras sin saberlo, de las posibilidades que les ofrece el instrumento mediático del que disponen (me refiero a los más poderosos de entre ellos); de otro lado, una visión teórica, moralizante y plena de indulgencia hacia ellos mismos, que los lleva a renegar públicamente de la verdad que ellos mismos han ayudado a ocultar. Para ilustrarlo, tengo dos testimonios: en primer lugar, las reacciones a mi pequeño libro que los grandes escritores unánime y violentamente han condenado en su totalidad, diciendo que no aporta nada nuevo (según una lógica típicamente freudiana que tuve la ocasión de observar como reacción a mis libros sobre la educación); y otro, los comentarios pontificios e hipócritas que éstos mismos han producido, señalando la responsabilidad de los periodistas en la muerte de Lady Diana, aprovechándose así, más allá de los límites de la decencia, del filón periodístico que constituía ese no-acontecimiento. Esta doble conciencia, por lo demás bastante común entre los poderosos, podría recordamos los augurios de los romanos que no podían mirarse sin reír. Entonces, al escucharme, ellos pueden, o bien quejarse de mí, al ver la descripción objetiva que hago de su práctica, más bien como una denuncia escandalosa o un panfleto venenoso, o bien anunciar explícitamente el equivalente de los resultados de la investigación, a partir de los cambios privados que se realizan o de la intención misma del sociólogo que hace la encuesta —al respecto, se encuentran ejemplos, especialmente sobre los “hogares”— o, finalmente, a partir de declaraciones públicas de un cambio de conciencia. |
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