Experiencias desnudas del orden. Cuerpos deformes y monstruosos

La lectura del libro Experiencias desnudas del Orden. Cuerpos deformes y mons­truosos plantea el reto de hallar el vínculo orgánico entre Medicina, Biología e Historiografía durante el siglo XIX. Ese vínculo se encuentra en el concepto de “selección natural interna”. Para comprenderlo a cabalidad es...

Full description

Autores:
Ospina Rojas, José Humberto
Tipo de recurso:
Article of journal
Fecha de publicación:
2014
Institución:
Universidad de Medellín
Repositorio:
Repositorio UDEM
Idioma:
spa
OAI Identifier:
oai:repository.udem.edu.co:11407/1590
Acceso en línea:
http://revistas.udem.edu.co/index.php/Ciencias_Sociales/article/view/951
http://hdl.handle.net/11407/1590
Palabra clave:
experiencias desnudas
cuerpos deformes
monstuosos
Rights
License
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Description
Summary:La lectura del libro Experiencias desnudas del Orden. Cuerpos deformes y mons­truosos plantea el reto de hallar el vínculo orgánico entre Medicina, Biología e Historiografía durante el siglo XIX. Ese vínculo se encuentra en el concepto de “selección natural interna”. Para comprenderlo a cabalidad es necesario un recorrido precedente, así:En la parte I (La fuga del doble) se esboza la Idea bajo la cual el cuerpo deforme se halla sometido a la forma, es decir, a las mismas leyes que rigen el desarrollo y evolución del cuerpo normal. A esta idea se le suma, a modo de corolario, la exclusión de cualquier otra manera de comprender o explicar la na­turaleza del cuerpo deforme que no sea la estrictamente científica, ó al menos, la que hoy por hoy se comprende bajo este rótulo. Aquí se encuentra justificada la inclusión de dos principios de la lógica: el principio de identidad, comprendido de manera objetiva, o más exactamente ontológica: de una premisa verdadera solo se deducen conclusiones verdaderas; y el principio del tercero excluido.La parte II (El doble y el velo ideológico), la más extensa, ataca el problema de la Apariencia. Podemos imaginar al Centauro Quirón enseñando a Aquiles el modo de tocar la lira, pero no podemos imaginar “ objetivamente” a un ser mitad hombre y mitad caballo, porque no es posible someter el hecho a una relación de causa y efecto, y esto porque no es posible alcanzar la velocidad de la luz, es decir, es posible configurar, en una misma percepción, a un hombre o a un caballo, pero con “distintas” materias; a su vez, la trayectoria luminosa reconfigura la imagen nuestra, como observadores de aquel caballo o de aquel hombre, también con “distintas” materias, pero siempre la percepción final y acabada, la diferencia en la diferencia, revierte, para la ciencia, como algo idéntico: ese hombre o ese caballo. ¿De dónde entonces la imagen del centauro?