Posdata de las armas y las letras

Cuando visité a mi hijo Viggo Gabriel en un ejido de la cañada de Patihuitz, a la vera de la selva Lacandona, donde él se alojaba, su generoso anfitrión tzeltal nos dijo, una noche de lluvia, en el portal de su casa, durante una inolvidable plática de varias horas: «Queremos a Marcos porque siente i...

Full description

Autores:
Tipo de recurso:
article
Fecha de publicación:
2004
Institución:
Pontificia Universidad Javeriana
Repositorio:
Repositorio Universidad Javeriana
Idioma:
spa
OAI Identifier:
oai:repository.javeriana.edu.co:10554/29588
Acceso en línea:
http://revistas.javeriana.edu.co/index.php/univhumanistica/article/view/9796
http://hdl.handle.net/10554/29588
Palabra clave:
null
Rights
openAccess
License
Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional
Description
Summary:Cuando visité a mi hijo Viggo Gabriel en un ejido de la cañada de Patihuitz, a la vera de la selva Lacandona, donde él se alojaba, su generoso anfitrión tzeltal nos dijo, una noche de lluvia, en el portal de su casa, durante una inolvidable plática de varias horas: «Queremos a Marcos porque siente igual que nosotros y porque dice en castilla lo mismo que nosotros decimos en nuestra lengua». A unos pasos de la casa donde había vivido Marcos hasta antes del 8 de febrero de 1995 cuando el ejército invadió Las Cañadas, entendí entonces lo que otro hombre de esa misma tierra y otra lluvia de ese mismo cielo le habían revelado hacía diez años al propio Marcos: su destino de puentear mundos.