Reinventar la enseñanza de las humanidades en la región más desigual del planeta

Las siguientes reflexiones surgen de una invitación a pensar el lugar y la importancia de las humanidades desde la perspectiva de su enseñanza. Importancia que -al parecer- no solo alcanza con argumentar: hay que demostrar, hay que validar. En otras palabras: hay que defender. ¿Pues, para qué sirven...

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Autores:
Tipo de recurso:
Fecha de publicación:
2024
Institución:
Universidad del Rosario
Repositorio:
Repositorio EdocUR - U. Rosario
Idioma:
spa
OAI Identifier:
oai:repository.urosario.edu.co:10336/43242
Acceso en línea:
https://repository.urosario.edu.co/handle/10336/43242
Palabra clave:
Humanidades
Humanidades digitales
Humanidades y democracia
Ciudadanía
Rights
License
Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International
Description
Summary:Las siguientes reflexiones surgen de una invitación a pensar el lugar y la importancia de las humanidades desde la perspectiva de su enseñanza. Importancia que -al parecer- no solo alcanza con argumentar: hay que demostrar, hay que validar. En otras palabras: hay que defender. ¿Pues, para qué sirven -al final del día- las humanidades? Interrogadas acerca de su utilidad, las humanidades tartamudean, zozobran, se quedan sin palabras. Como si las iniciativas a favor del pensamiento crítico, la contemplación estética o la capacidad de imaginar fueran actividades ociosas que poco o nada tienen que ver con los fundamentos de nuestras democracias. ¿De dónde viene este desentendimiento? La aparente desconexión entre humanidades y democracias, lejos de remitir a un proceso natural, es insistentemente promovida desde discursos que reivindican la mercantilización de la vida, al tiempo que descalifican la formación en aquello que no produce lucro. El peligro de exacerbar una formación para el desarrollo económico en detrimento de una educación en aptitudes para la vida en común es tan alarmante como lo son las consecuencias que acarrea. En un ensayo clásico sobre el tema, la filósofa Martha Nussbaum afirma: “La mayoría de nosotros no elegiría vivir en una nación próspera que hubiera dejado de ser democrática” (2010: 30). El argumento es contundente: para mantener a la democracia viva y en estado de alerta, es imprescindible contar con una ciudadanía comprometida con el sistema de valores democrático, basado en aptitudes como el diálogo, el interés por la vida de los otros, la reflexión política, la búsqueda del bien común, la empatía y la solidaridad. Pues bien: a una década de formulada la afirmación, temo que ese “nosotros” ha sido severamente horadado y estemos lejos de abrigar el consenso de aquellas grandes mayorías que alimentaron las mejores experiencias democráticas en nuestra región. El ascenso de Bolsonaro en Brasil, Bukele en El Salvador o Milei en Argentina expresan la consolidación de discursos destituyentes que han ganado la adhesión de grandes sectores de nuestra sociedad. Su programa político se basa en una crítica despiadada de las instituciones igualitarias y públicas que subtienden nuestra vida en común. En otras palabras: nos hemos quedado sin beneficio de inventario, y aunque suscribamos -como suscribimos- las palabras de Nussbaum, mal haríamos en compartir su optimismo. Anticipando un argumento que desarrollaré en las siguientes páginas -sin otra pretensión que la de disparar el intercambio de ideas- propongo que asumamos una reformulación activa del lugar de las humanidades en el contexto de nuestra época y de nuestra región, exponiendo las incontables posibilidades que tienen las mismas de contribuir a pensar los problemas centrales de la vida en común.