Jugando dados con Eco y Foucault.

Eco tiene todas las características del gran bufón. La vitalidad, la picardía, la absoluta ausencia de ideas, las ganas de reírse, delante del espejo, de su propia imagen grotesca; la ausencia de cualquier tipo de fe; del horror del vacío; la capacidad de asimilar y engullir todas las cosas que le p...

Full description

Autores:
Citati, Pietro
Universidad Cooperativa de Colombia
Tipo de recurso:
Article of journal
Fecha de publicación:
1990
Institución:
Universidad Cooperativa de Colombia
Repositorio:
Repositorio UCC
Idioma:
OAI Identifier:
oai:repository.ucc.edu.co:20.500.12494/48241
Acceso en línea:
https://hdl.handle.net/20.500.12494/48241
Palabra clave:
Filosofía
Humberto Eco
Michel Foucault
Humberto Eco
Michel Foucault
Philosophy
Rights
openAccess
License
Atribución – No comercial
Description
Summary:Eco tiene todas las características del gran bufón. La vitalidad, la picardía, la absoluta ausencia de ideas, las ganas de reírse, delante del espejo, de su propia imagen grotesca; la ausencia de cualquier tipo de fe; del horror del vacío; la capacidad de asimilar y engullir todas las cosas que le pasan frente a los ojos, así sea ese ángel, haya perdido frente a su ventana, el don de la dilatación y de la deformación; el loco deseo de poseer todas las cosas cultas: libros, anécdotas, cuadros, citas y de meterlas en su computador. A estas especies de bufonería, se agregan otras menos exquisitas: el olor a universitario; Las chácharas de la casa de editorial, las bromas de los profesores en el restaurante durante las pausas del Congreso de filosofía y literatura. No obstante, lo respete con la reverencia temerosa que se tiene por el gran oso Pardo del Himalaya, no habría nunca pensado que la bufonería llegara a transformarse tanto en “El péndulo de Foucault”. Ahora Eco se ha convertido en un bufón de lo sacro: el último de una serie plagada de mistagogos, hierofantes, mistificadores, charlatanes, que es del Egipto alejandrino hasta Apolonio de Tiana, pasando por las figuras de la “Flauta Mágica” y el Conde de San Germán danzan y hacen piruetas alrededor de los sacro, siendo al mismo tiempo anunciadores y ridiculizados de lo divino, como si la burla fuera la lengua preferida para ello.